Título: Pensión Leonardo.
Editorial : Siruela.
Año: 2015.
Autor: Rosa Ribas.
SINOPSIS.
El mundo de Eulalia, Lali, a sus doce años, es una promesa de historias. Las de los libros y los tebeos que comparte con sus amigos, las que se cuentas por las calles del Poble Sec y en el patio de la escuela, las de los huéspedes de la pensión Leonardo. Pero también hay historias que se le ocultan: por qué sus padres renegaron de su pasado y ni siquiera conoce el nombre de sus abuelos, por qué el relato familiar empieza a partir de la llegada de su padre a Barcelona y la fundación de la pensión Leonardo.
La pensión es un establecimiento modesto, limpio y con derecho a comidas, donde se alojan ocho hombres llegados a Barcelona huyendo de las miserias del campo, desarraigados, como los propios padres de Lali. Es el centro del mundo de Lali y de sus hermanos, allí viven y trabajan, a la par que sus mayores, en un microcosmos de escaleras y habitaciones, de olor a puchero y ruidos nocturnos, de maletas y rutinas.
Pero el mundo infantil de Lali se resquebrajará cuando en él irrumpa un huésped inesperado, y con dolor vislumbre qué se escondía tras los silencios de su madre.
OPINIÓN PERSONAL.
Hace unos días, leí una reseña en el blog de Ana Blasfemia, Lo que leo lo cuento, en la que decía mas o menos que una novela no necesita contar grandes heroicidades ni grandes historias para ser una historia entrañable, amena y que nos llegue. Y esto es lo que me ha pasado con esta novela.
Sigo a Rosa Ribas desde hace tiempo, aunque debo reconocer que lo que más he leído de ella ha sido su serie de novelas policíacas, que tiene como protagonista a la inspectora Weber-Tejedor. Pero confieso que otra vez, aparte de ver su nombre en la portada, la portada en si me ha enamorado. Una imagen sencilla, de una niña con coletas saltando por unas escaleras.
Y es de esto de lo que va precisamente esta novela. De la infancia de Lali en los años sesenta en Barcelona. Una época en la que estaba muy presente don Paco, sobre todo en Catalunya, y que la gente todavía vivía con miedo, sobre todo si en la guerra habían luchado en el bando que no había ganado.
Y la vida de Lali transcurre en una pensión que sus padres, inmigrantes, abrieron cuándo llegaron a Barcelona. Entre huéspedes, maletas, idas y vueltas, sus padres y sus tres hermanos, el colegio y los juegos en la calle se desarrolla el universo de nuestra pequeña protagonista.
" En clase no estábamos juntos. Yo cursaba tercero de Bachillerato Elemental y Amado, segundo. Aunque hubiéramos tenido la misma edad, no habríamos compartido el aula. En la escuela separaban a las niñas de los niños. En la calle jugábamos todos mezclados y allí, donde nos tenían encajonados en los pupitres y vigilados por los maestros y los ojos de Franco y José Antonio flanqueando un crucifijo, nos segregaban. Porque tenían que contarnos historias diferentes."
Pero aparte de la emoción que conlleva la llegada de nuevos huéspedes constantemente, la amistad que le une con los fijos y con los socios de su padre en la casa de comidas que pertenece a la pensión, hay algo en el pasado de su familia que a Lali no le cuadra. Sus padres no hablan nunca de sus abuelos, parece que la historia de la familia empieza cuándo sus padres llegaron a Barcelona y abrieron la pensión. Pero Lali no quiere ser diferente a los demás niños: quiere tener abuelos, y está dispuesta a averiguar, dentro de sus posibilidades, que pasó con ellos.
Narrada en primera persona por la propia Lali, la historia narra el día a día de ella misma, de su familia y de sus amigos. Aunque siempre es difícil ponerse en la piel de un niño como narrador, considero que la autora lo ha conseguido con creces. Lali nos habla de su vida cotidiana, pero también de sus miedos, de los seres que ve cuándo se cierran todas la luces de la pensión, y de su sensación de que ella, al llevar el nombre de la antigua patrona de Barcelona, Eulalia, debe ser más fuerte que los demás y ser la encargada de que a su familia no le pase nada.
" Mi madre no nos asustaba con historias de monstruos; en casa los castigos venían de instancias reales: su mano, su voz, la mirada de mi padre. Los peligros también eran reales. En la oscuridad no acechaba más que el riesgo de tropezar y caer; en los enchufes no vivía un animal que te mordía los dedos si los metías, sino una dolorosa descarga eléctrica. Si no te dormías, no venía el coco, sino el cansancio. Si no comías no venía el hombre del saco, simplemente te quedabas con hambre.
- Y, además, esmirriada y canija.
Eran sus palabras."
La novela es un paseo por nuestro pasado más reciente, a través de los ojos de una niña de clase trabajadora, y en una Barcelona que todavía se está recuperando de los estragos de la guerra. Una novela que te atrapa precisamente por la cotidianidad de lo que cuenta, sin grandes hazañas, pero que consigue que Lali se haga un huequito en tu corazón. Una novela de la que he disfrutado mucho, y con la que he descubierto un nuevo registro de la autora, con el que desde luego, pienso seguir.
Muchas gracias a Siruela por el envío del ejemplar.